“En El Sardinero estuve a punto no, a puntísimo,
de jugar con Sergio Álvarez y Nacho Cases en el doble pivote y Lora de
mediapunta. Al final no pude alinear a Sergio porque se lesionó la semana antes
del encuentro […] Nacho jugó y a Sergio le faltó el canto de un duro. Y eso es
algo que había que hacer porque yo veía que Rivera no atravesaba su mejor
momento. […] Mientras que en cambio percibía la frescura de Nacho Cases y
Sergio Álvarez. Entonces, está claro… ¡al prao! ”
Cita de Manolo Preciado extraida del libro ¿Quién mejoraría a Preciado?
Sergio Álvarez debutó en
Primera División frente al Racing, en la última jornada de la Liga 2009/2010,
sin nada en juego. Era el ojito derecho de Manolo Preciado, quien no dudo en
subirlo al primer equipo para la siguiente temporada. Ni siquiera había cumplido
los 19 años de edad, pero su fe en él era enorme. Se le adivinaban cualidades,
pero ¿estaba aquel imberbe chavalillo, con un físico y un aspecto que se
asemejaba más al de algún compañero nerd de Sheldon Cooper que al de futbolista
profesional, preparado para la Primera División? Durante la primera vuelta de
la 2010/11, Sergio comenzó a sumar minutos, y llegó a ser titular en un par de
ocasiones. Demostró criterio manejando el balón y un cierto orden en sus
movimientos, pero su falta de físico debido a su corta edad le penalizaba sin
remedio; al fin y al cabo no hablamos de un mediapunta mágico, si no de un
pivote de contención, posición en la que el músculo y los pulmones juegan un
papel muy importante. La marcha del equipo no era buena, y en la jornada 18 el
Sporting viajaba a Santander completamente hundido en la clasificación. Se
había especulado durante toda la semana con la destitución de Preciado, pero
esta finalmente no se produjo, así que Manolo se la jugaba en el Sardinero, en
su casa. ¿Tendría algún as bajo la manga? Sergio Álvarez no pudo entrar en
aquella convocatoria ya que se había lesionado dos semanas antes, pero quien sí
entró fue un chaval de 23 años que jugaba en el filial, al que nunca se le
había dado demasiada bola y que tenía el futuro más puesto en acabar su carrera
de Educación Física que en labrarse un futuro mediante el fútbol. Para Nachín
Cases, fue besar y llegar el santo: su primera convocatoria con el Sporting
significó también su debut como titular en Primera división. Realizó un partido
correcto jugando en el doble pivote pero su presencia no impidió que el equipo
siguiese mostrando una blandura preocupante. El Racing se adelantó en el
marcador y con el Sporting volcado para empatar, tuvo varias contras, que
desperdició. El tiempo se agotaba y la cabeza de Preciado pendía de un hilo. Ya
se habían cumplido los 90’ reglamentarios cuando un gran centro de De las
Cuevas fue cabeceado a la red por Diego Castro. Aquel gol no fue un gol
cualquiera. Gracias a él, el equipo recibió un chute de adrenalina y Preciado
tuvo una bola extra en el Molinón, ante el Hércules. Cases volvió a ser
titular, esta vez de mediapunta: realizó un partidazo y además marcó el 2-0
final con un zurdazo inapelable. Su cara de alegría tras marcar el gol era la
cara de un sportinguista que años atrás se sentaba en La Tribunona para ver a
sus ídolos y ahora a quien venían a ver era a él. Preciado le sustituyó a final
del partido para que recibiese una atronadora ovación; quien salió en su lugar
fue Sergio Álvarez, que tras este partido fue relegado al filial para seguir
con su progresión. La segunda parte de la temporada fue tan plácida que pese a
la malísima primera vuelta, el Sporting se salvó matemáticamente a falta de una
jornada para el final, jornada en la que jugaron varios no habituales y gente del
filial. Entre ellos estaba Sergio, que aquel día formó doble pivote con Cases, justo
una vuelta después de que Nachín emocionase al Molinón en su debut con un
partidazo y su primer gol con la rojiblanca.
Pero la alegría dura poco
en la casa del pobre, y la 2011/2012 volvió a empezar mal. Cases empezó la
temporada lesionado, y Preciado le dio la manija del equipo a su querido Sergio
Álvarez. La confianza de Preciado en él era plena: le hizo ficha del primer
equipo, y le dio la titularidad desde la jornada 1. Pero el contexto no ayudó:
Ni Rivera ni Eguren - sus dos posibles acompañantes en el doble pivote - estaban
a un buen nivel, y aquello fue demasiada responsabilidad para un chico que no
había cumplido la veintena. Tras 4 derrotas en 4 partidos Sergio salió del once
titular y a la siguiente jornada entró Cases, ya recuperado. El equipo mejoró algo
con él, aunque no demasiado: su versión del año pasado, en el que se mostró
como un playmaker completísimo y con
capacidad para administrar el juego y hacer daño en zona de tres cuartos a la
vez, quedaba muy lejos y su presencia solo dotó al equipo de un cierto empaque.
El Sporting no remontaba el vuelo y solo el talento de Trejo le mantenía
relativamente a flote en la clasificación hasta que la debacle de San Sebastián
acabó con la destitución de Preciado. Llegó Clemente, con Abelardo de segundo.
Se decía del Pitu que no le gustaba Cases, y que a Clemente tampoco le llenaba.
Y lo cierto es que comenzó a jugar menos, dejando su lado a un central
reconvertido como Gálvez, muestra clara de las intenciones de Javitxu. Sergio,
directamente, no jugó ni un solo minuto, y al año siguiente fue relegado al
filial. El Sporting descendió aquel año a Segunda División.
La Liga Adelante no fue
ningún camino de rosas para Nacho Cases. Durante los dos primeros años en la
categoría de plata, sufrió para que sus entrenadores (primero y por un breve
espacio de tiempo Manolo Murias, más tarde Sandoval) le diesen la manija del
equipo. La reticencia era entendible: del jugador que maravilló en la segunda
vuelta de la 2010/11 en primera división no parecía quedar demasiado. Durante 2
años la parroquia rojiblanca se preguntó cuál era el verdadero nivel y el
verdadero estatus como futbolista de Cases. ¿Era ese jugador que pasaba
desapercibido un partido y otro, incapaz de evitar que el equipo dependiese de
que Trejo iniciase una jugada imposible? ¿O era aquel otro que cada vez que
tocaba el balón, lograba ordenar al equipo a su vera, como en aquella increíble mañana en Mallorca? ¿Era los dos a la vez, o no era ninguno? Poco a poco se vislumbró
a un jugador menos mágico y más táctico. Las cifras de los km recorridos por
partido de Nacho Cases empezaron a ser noticia. Aquel chico bajito que corría
como un pato, que se suponía que destacaba por su capacidad técnica, empezaba a
destaparse al fin y al cabo como un buen defensor y un centrocampista
disciplinado. No en vano, cada vez que era sacrificado para poner “más músculo”
en el medio del campo, el equipo se resentía tanto con balón… como sin él.
Nacho no hacía al equipo jugar bien, y no lograba desplegar su fútbol, pero sin
él, el equipo sufría más. En realidad, quizá siempre había sido así. El partido
más recordado de Cases con el Sporting era el 0-1 en el Bernabeu, en el que aun
manejando cifras de posesión inferiores a las del Madrid, el equipo se ordenaba
a partir de él y sus combinaciones, como mismamente el golazo de De las Cuevas.
Pero a la altura de aquella exhibición estuvo el 1-1 contra el Barcelona en el
Molinón. Aquel día, Preciado juntó a Cases y a André Castro en el doble pivote
ante un Barcelona que con Messi-Iniesta-Xavi, tenía el balón cuando quería. Y
en esa tesitura destacó especialmente la presencia de Castro, que parecía
desdoblarse en 3 jugadores a la vez para poder estar presionando al Barça en
todos los sitios del campo, pero el partido de Cases no le fue a la zaga.
Corrió y estaba en casi tantos sitios como su compañero, y con un escudero tan
incansable, podía aprovechar los escasos momentos en los que disponía del balón
para organizar los contraataques. Quizá que sus dos grandes partidos fuesen
ante Madrid y Barcelona ya daba pistas de que no estábamos ante un jugador que
destacase por tocar muchas veces el balón, si no por hacerlo bien cuando la
tocaba.
En estas vicisitudes se
encontraba el sportinguismo cuando un buen día, a mitad de la segunda temporada
en la Liga Adelante, Sandoval decidió dar su brazo a torcer y alinear a un
chaval al que a principio de temporada había apartado del equipo (salvo para
desayunar) esperando que el Córdoba se lo llevase. Aquel chico que había
llamado la atención por su temporada el año pasado en el filial era un pivote
defensivo muy dotado físicamente y lucía un bigote y un peinado que sumados a
su rictus generalmente serio recordaban a los looks de aquellos centrocampistas alemanes de los años
80 que no hacían prisioneros. Aquel chico respondía al nombre de Sergio
Álvarez, el mismo que dos años antes lucía una cara de niño imberbe y un físico
escuálido.
A las órdenes de
Abelardo, Sergio había tenido por fin un año de desarrollo en segunda división B
en el que había crecido tanto física como futbolísticamente. Ahora ya era un
chaval dispuesto a comerse el mundo: al talento y criterio que ya aunaba desde
joven, sumó su experiencia como David entre Goliates en sus años con Manolo, y
su mayor entendimiento del fútbol en su etapa con Abelardo. No solo eso, con
Sandoval, aprendió a sufrir en silencio, a trabajar sin esperar una recompensa
que sin embargo, al final llegó. Nada más entrar en el equipo, demostró su
categoría futbolística, y por fin, nadie más le sacó de allí. De aquellos
partidos en Primera donde no era capaz de hacerse con el control del partido ya
no quedaba nada. A su vera, Cases comenzó por fin a definirse como futbolista.
Pero su función seguía siendo eminentemente de lanzador en el fútbol vertical
de Sandoval. Aportaba criterio cada vez que la tocaba, pero el equipo parecía
pasarle por encima, como si no fuese capaz de entenderse con él. Con Abelardo
la cosa cambió. Ante la falta de recursos, el Pitu construyó un equipo
defensivo, con las líneas muy juntas, y muy solidario. La pareja de centrales
fue la base y Jony fue la determinación de aquel equipo, pero el doble pivote
fue la idea. Sergio robaba, mordía, hacía coberturas; se extendía como un pulpo
por todo el campo y cuando la robaba, la tocaba fácil o incluso dejaba volar un poco la imaginación. Cases se escalonaba por delante de Sergio para darle salida, con
excepciones cuando bajaba a recibir la pelota entre centrales para iniciar el
juego, y sin mediapunta en el equipo, era él el encargado del pase final. Y como Sergio, también le tocaba bregar. Siempre se le había dado bien,
aunque su aspecto no fuese el de un quitanieves
estándar; durante dos años, ante la lluvia de balones que veía pasar sin
poder controlarlos, esa había sido al fin y al cabo su función. La pareja se
compenetró como pocas en la historia del Sporting lo han hecho, y fueron los
dos hombres que simbolizaron al Sporting 2014/15.
Este 23 de Agosto, Sergio
Álvarez y Nacho Cases formarán el doble
pivote titular del Sporting en primera división por segunda vez en su vida. Lo
harán ante nada menos que Real Madrid, el equipo ante el que Nacho Cases firmó
la mayor exhibición de su vida ante la atónita mirada del Bernabeu, que no
sabía si estaba observando a Luka Modric o a un humilde chaval de La Calzada
que 4 meses antes meditaba seriamente abandonar el fútbol. Más de 4 años antes,
Sergio y Nacho formaron juntos en la última jornada de la Liga en el Rico Pérez,
en un partido sin historia, ante un Hércules ya descendido y con el Sporting ya
salvado; pero aunque en las estadísticas no conste nada de eso, los dos
asturianos forjaron su destino juntos en aquella tarde en el Sardinero en la
que Sergio se tuvo que quedar en casa. Mientras el Molinón ruja este domingo,
allí arriba habrá un tipo pendiente de todo lo que pase en el templo, quizás
pensando en esto mismo.
“Cagon la leche Pitu,
menos mal que tu pudiste júntalos de una puta vez en Primera División.”.
Y luego se atusará el bigote
y sonreirá.